jueves, 18 de diciembre de 2014

La taza de té


Hoy os traigo un cuento sobre aprender a desaprender. Desaprender es mucho más importante de lo que nos creemos, en algunos casos puede ser incluso más importante que aprender. En nuestra vida, hemos recibido miles de lecciones de unos y otros maestros; pero muchas de esas lecciones no son cosas que hayamos integrado y flexibilizado, son cosas que hemos copiado literalmente y las hemos aplicado de forma rígida: es decir, hemos cogido aquello que nos han dicho y no nos hemos atrevido a saltarnos jamás esa regla: quizá porqué admiramos o respetamos demasiado al maestro que nos la enseñó. Pero por muchos maestros, y aunque puedan ser muy buenos,   que uno encuentre en su vida, no hay mejor maestro que uno mismo, y su misma vida. Por eso es importante aprender a desaprender. 




Hace mucho tiempo un joven muchacho, deseoso de aprender nuevos conocimientos, acudió al viejo maestro con la esperanza de que lo tomase como discípulo.

El viejo sabio tras escuchar las palabras del muchacho, decidió aceptarlo como alumno y enseñarle todos sus conocimientos.

“Muchacho, ven mañana al despuntar el alba y recibirás tu primera enseñanza”.

Y así lo hizo el muchacho. En cuanto el sol empezó a asomarse por el horizonte, el joven discípulo se presentó en la casa de su maestro.

“Ven muchacho”, le dijo el joven sabio. “Tomemos una taza de té”.

Puso delante del joven una taza y empezó a servir el té . Sin embargo, en vez de pararse cuando la taza estaba llena, siguió vertiendo el líquido hasta que la tetera quedó completamente vacía.

El muchacho se quedó sorprendido ante la situación que acaba de ver, pero por respeto a su maestro no quiso decirle nada.

“Por hoy ya hemos acabado”, le dijo el maestro. “Ya puedes volver a tu casa. Mañana te espero a la misma hora que canta el gallo”.

Al día siguiente el joven discípulo se presentó en casa de su maestro con la ilusión de que ese día empezasen las enseñanzas.

Sin embargo el viejo le sentó de nuevo a la mesa y le puso la taza de té delante llenándola hasta que la tetera quedó completamente vacía.

Y así pasó un mes. Un día, el joven alumno reunió fuerzas y se animó a preguntarle al maestro cuándo empezarían las enseñanzas.

“Muchacho”, le dijo el sabio. Hace un mes que empezamos con las lecciones.

“¿Cómo es posible?”, preguntó el joven. “Desde hace un mes lo único que hago es sentarme y ver como se derrama el té de la taza”.

“Al igual que la taza, estás lleno de opiniones y especulaciones. ¿Cómo vas a aprender si no empiezas por vaciar tu taza?”, respondió el viejo sabio.


Debemos desaprender aquello que no nos sirve, aquello que podemos construir de una forma diferente y más funcional para nosotros, tanto si es algo que nos enseñaron los demás cómo si es algo que en un momento nosotros mismos aprendimos porqué entonces nos iba bien. Debemos tener la valentía suficiente para ser flexibles. Que el aprendizaje y el desaprendizaje sean dos procesos dinámicos, igual de importantes e igual de valorados.

Anaïs Cerrillo.

jueves, 4 de diciembre de 2014

El verdadero valor del anillo


Hoy comparto otro cuento que me gusta mucho; es de Bucay, que me encanta y además recuerdo con cariño las veces que lo he compartido con algunos de mis pacientes y sus reacciones. Cómo todos los cuentos, tiene más poder si se usa en el momento en que la persona lo necesita. 

Hace mucho tiempo, un joven discípulo acudió a su maestro en busca de ayuda.

Su gran preocupación era que sentía que no valía para nada y que no hacía nada bien.Quería que los demás le valorasen más.

El maestro sin mirarlo, le replico: “Me encantaría poder ayudarte pero en estos momentos estoy ocupado con mis propios quehaceres. Quizás si me ayudases a solucionarlos podría acabarlos antes y ayudarte”.

El discípulo aceptó a regañadientes ya que de nuevo sintió que sus preocupaciones eran poco valoradas.

El maestro le entregó un anillo que llevaba en el dedo y le dijo: “Coge un caballo y cabalga hasta el mercado más cercano. Necesito que vendas este anillo para pagar una deuda.Y lo más importante es que trates de conseguir la mayor suma posible pero no aceptes menos de una moneda de oro por él”.

Y así el discípulo cabalgó hasta el mercado más cercano para vender el anillo.

Empezó a ofrecer el anillo a diferentes mercaderes que mostraban interés en él hasta que les decía el precio: una moneda de oro.

La mayor parte de los mercaderes se reían al escuchar la suma, salvo uno de ellos que amablemente le indicó que una moneda de oro era muy valiosa para darla a cambio del anillo.

Frustrado y cansado, el discípulo cabalgó de nuevo a casa del maestro sabiendo que no había podido cumplir con el encargo que le había hecho.

“Maestro, no he podido vender tu anillo por una moneda de oro”, le dijo cabizbajo. “Como mucho ofrecían un par de monedas de plata, pero no he podido convencer a nadie sobre el verdadero valor del anillo”.

“Tienes razón en algo”, le contestó el maestro. “Necesitamos conocer el verdadero valor del anillo”. “Coge de nuevo el caballo y ve a visitar al joyero del pueblo. Pregúntale por el verdadero valor del anillo. Y sobre todo no se lo vendas”.

Y así cabalgó de nuevo hasta el joyero del pueblo quien, tras examinar detenidamente el anillo, dictaminó que éste valía ¡58 monedas de oro!.

“¿¿58 monedas de oro??” replicó el joven asombrado.

Y con esa buena noticia cabalgó de nuevo a devolverle el anillo a su maestro.

El maestro, le pidió que se sentase y que escuchase lo que tenía que decirle:

“Tu eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal sólo puede evaluarte un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu valor?”

Jorge Bucay


Es una pena ver cómo en líneas generales muchos de nosotros nos hemos dejado evaluar, e incluso hemos permitido que nuestra opinión de nosotros mismos cambiase por lo que otras personas (que además seguramente nos conocen menos que nosotros mismos) dijeran de nosotros. Es una pena que no nos enseñen a querernos y a respetarnos por encima de las opiniones de los demás. 
Generalmente, cuando uso este cuento (que me resulta muy útil sobretodo para adolescentes), aprovecho para ayudar a reflexionar sobre si ellos/as se dejan llevar por las opiniones de los demás, sobre cómo se sienten entonces, y sobre qué otras opciones tienen. Además lo suelo aprovechar cómo entrada al trabajo de la autoestima. 

Anaïs Cerrillo.