Hace algunas semanas un grupo de madres me preguntó sobre el tema de la adaptación a la guardaría y la ansiedad de separación; quedamos que cuando pudiera haría un pequeño artículo sobre ello, basándome en la charla que suelo hacer de este tema (que está mucho más ampliada).
Sobre todo hay que
tener en cuenta que estos que explicaré son aspectos generales, consejos que
suelen ir bien, pero cada niño es especial y diferente y sigue su propio ritmo
de desarrollo y cada familia es especial y diferente y tiene sus propias
características, esto puede explicar que los consejos generales no siempre se
ajusten a cada situación.
Casi siempre que
hablamos de adaptación nos centramos en el proceso del niño al cambio pero hay
que tener muy presente, que la adaptación real incluye muchos más procesos
(cómo mínimo son 3). Hay un profesor que se adapta a un niño (o más) nuevos,
hay un niño que se adapta a un montón de cambios nuevos y hay nos padres que
también se tienen que adaptar a una nueva situación. Yo hablaré de estos dos
últimos procesos.
1.- Respecto al
niño:
En primer lugar
tendremos que tener en cuenta que aprendemos a vivir a partir de la experiencia
de la vida misma, de la misma forma, aprendemos a tolerar los cambios conforme
vamos experimentando cambios vitales. Pensando en esto sabremos que para un
niño un cambio es mucho más complicado de lo que lo puede ser para un adulto.
Si hacemos un ejercicio de empatía con ellos lo veremos claro.
Hay muchas más
maneras y muchos momentos para que los niños expresen que están en desacuerdo
con que sus padres se marchen; lo más habitual suele ser el llanto, las
rabietas y la timidez social, sobretodo en el momento en que los padres se van
a marchar. Sin embargo hay otras manifestaciones menos frecuentes cómo son las
alteraciones del sueño, los cambios en el estado de ánimo, el resurgir de los
celos o la envidia, o los mismos que habíamos comentado antes (rabietas, llanto…
pero fuera del nuevo entorno), alteraciones alimentarias, alteraciones del
sueño, mayor labilidad emocional, estado de ánimo más bajo de lo habitual,
tendencia a mostrar mayor dependencia afectiva de los padres, vómitos o retraso
en el desarrollo (especialmente el lenguaje). Estos procesos son más complejos;
y no son simples manifestaciones de desacuerdo, son expresión de un estado
emocional más intenso; en algunos de estos casos se hará necesaria una
valoración y atención psicológica individualizada.
Respecto a las
edades de la adaptación veremos que por las características generales del
desarrollo, hay edades que facilitan más la adaptación mientras que otras
suelen presentar conflictos adicionales. En líneas generales, el mejor momento
evolutivo se encuentra entre los 2 y los 4 años de edad, y los momentos que
pueden suponer más dificultades adicionales se encuentran en torno a los 8
meses de edad.
2.- Respecto a los
padres:
Hasta el momento de
la adaptación, ese pequeñín ha estado en una familia, en la que seguramente
cómo mínimo en uno de sus miembros, una de las actividades principales debe
haber sido la de cuidar al nuevo miembro, hacerse cargo de sus necesidades,
atenderle, etc. Toda la familia y en especial el cuidador principal deberán también
adaptarse a esta nueva situación.
La adaptación no es
fácil tampoco para esta parte, ya que aunque sí tienen experiencia en superar
muchos más cambios en su vida, en este la activación emocional que se
experimenta es muy fuerte, y esto dificulta que se puedan usar las estrategias
que se hayan ido adquiriendo en los diferentes cambios vitales. Los vínculos
están evolutivamente diseñados para ser mantenidos y esto supone sensaciones
muy fuertes por parte de los padres al tener que dejar a sus pequeños al
cuidado de otras personas.
Es muy importante
que los padres confíen en los nuevos cuidadores y que confíen en los recursos
del pequeñín para adaptarse al cambio, así como en sus propios recursos para
superar la fuerte activación emocional que supone así cómo los sentimientos de
culpabilidad que frecuentemente experimentan.
La confianza y la
tranquilidad de los padres ayudará a que los hijos puedan tener actitudes más
tranquilas y confiadas.
Para esto deberemos
tener muy presente qué significa la adaptación en sí, intentando centrarnos en
la parte positiva, encontramos que la adaptación es un proceso de cambio y que
ayudará a que en el futuro se desarrollen más estrategias de cambio, es también
un proceso madurativo en el sentido de que se expande el mundo relacional del
pequeñín así como su repertorio de actividades y la estimulación que recibe.
Consejos generales:
Hay algunos
consejos generales que nos pueden ir bien de cara a ayudar a que la adaptación
sea más sencilla cómo los que enumero a continuación:
-
Ser respetuoso tanto en las
salidas cómo en las entradas, esto significa despedirse brevemente (no huir a
escondidas), y llegar puntual a la hora de recogida.
-
Es probable que los niños
necesiten más contacto durante el período de adaptación.
-
Mostrar seguridad y serenidad.
-
Mostrar interés por aquellas cosas
que nos explique sobre lo que ha estado haciendo, etc.
-
Que la adaptación sea progresiva.
-
Que el ambiente sea cálido y
acogedor y la relación con el cuidador de confianza y contacto.
-
Tener en cuenta que cada caso es
diferente y lo que a uno le puede ir bien a otro puede no resultarle igual,
cada niño es diferente y cada familia también por eso no hay que comparar y hay
que respetar los ritmos de cada uno.
-
No añadir cambios adicionales
hasta que no se haya adaptado completamente al cambio anterior.
-
Intentar aplicar antes en casa las
mismas rutinas y horarios.
-
Intentar llegar a la guardería o
al colegio sin prisas, y sin los nervios adicionales que comportan, e intentar
siempre que sea posible que el niño entre por su propio pie.
Hay que recordar
que el proceso de adaptación puede acabar convirtiéndose en un proceso muy rico
y una experiencia positiva, uno de los primeros pasitos hacia la ganancia de la
autonomía y un logro más para toda la familia. Las claves son: apoyar, confiar
y dar el tiempo necesario.
Anaïs Cerrillo.
Anaïs Cerrillo.
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