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jueves, 4 de agosto de 2016

Respeto

Uno de los valores que muchos padres quieren enseñar a sus hijos es el respeto; el respeto en un sentido muy amplio, no aquello de "respetar a los mayores", sino aquello otro de "todas las personas merecen respeto, tu también mereces ser respetad@...". Y es que el respeto es fundamental para que funcionemos como sociedad. El respeto a los demás y el respeto a uno mismo; que será la base de la autoestima y el crecimiento personal.

Pero os habéis fijado que queremos enseñar a los niños a respetar, y a que entiendan que merecen ser respetados; pero muchas veces se les trata con muy poco respeto?

Imaginaros que un adulto (posiblemente porqué haya sufrido un accidente), o una persona mayor (quizá por enfermedad); se encuentra en una situación de dependencia. Quizá no controla sus esfínteres, puede que tenga problemas en el desplazamiento y no es tan habilidoso motrizmente como otros, quizá una afasia le impida hablar... Pero sigue siendo una persona, con sus inquietudes, sus curiosidades, su capacidad de aprender, su carácter, sus emociones y sus sentimientos...

Imaginaros que alrededor de esta persona todo el mundo opinase; sobre lo que come y lo que no, sobre si usa silla de ruedas o tacatá para desplazarse.
Imaginaros que cuando su cuidador principal se despista un segundo, alguien le coge y le pone en posiciones para las que su cuerpo no está aún preparado para forzarle a hacer cosas que aún no puede hacer. (Porqué los demás consideran que tiene que practicar).
Que se le coge comida de su plato, porqué nos parece gracioso que nos ofrezca a los demás; y luego se le da está comida para que se la coma esta persona.
Que cómo es poco habilidosa, tira comida al alimentarse y decimos que la desaprovecha y que "guarrea la comida".
Que todo el mundo opina sobre como se viste, como se peina o si lleva pendientes o no.
Que se fuerza al cuidador principal a dejarla de vez en cuando con otros cuidadores para que estos puedan también "disfrutar a la persona", que se siente más segura, más cómoda y con más confianza con su cuidador principal.
Que cuando hay que cambiarle el pañal, todos al alrededor dicen la peste que hace...
Que se coge a la persona de allí dónde está cómoda, para ser pasada de brazo en brazo; para que los demás se diviertan.
Que cómo ha tenido estas circunstancias; ya no puede dormir junto a la persona con la que ha estado durmiendo los últimos meses; y tiene que dormir sol@ en otro lugar.
Que cómo tiene que acostumbrarse a todo, otras personas hacen ruido a su alrededor mientras duerme, no respetando su descanso.
Y que pasado cierto tiempo; cómo decidimos que se tiene que relacionar con otros en su misma situación lo metemos unas horas al día en una residencia...

Bueno, pues todo esto que nos parecería extraño y fuera de lugar con una persona mayor o un adulto; a muchas personas de nuestra sociedad les parecen normales y perfectamente aceptables si se hacen con un niño o un bebé... Es muy complicado enseñarle a alguien que merece respeto si nosotros mismos o las personas de nuestro alrededor no se lo muestran. 

Anaïs Cerrillo.

jueves, 18 de diciembre de 2014

La taza de té


Hoy os traigo un cuento sobre aprender a desaprender. Desaprender es mucho más importante de lo que nos creemos, en algunos casos puede ser incluso más importante que aprender. En nuestra vida, hemos recibido miles de lecciones de unos y otros maestros; pero muchas de esas lecciones no son cosas que hayamos integrado y flexibilizado, son cosas que hemos copiado literalmente y las hemos aplicado de forma rígida: es decir, hemos cogido aquello que nos han dicho y no nos hemos atrevido a saltarnos jamás esa regla: quizá porqué admiramos o respetamos demasiado al maestro que nos la enseñó. Pero por muchos maestros, y aunque puedan ser muy buenos,   que uno encuentre en su vida, no hay mejor maestro que uno mismo, y su misma vida. Por eso es importante aprender a desaprender. 




Hace mucho tiempo un joven muchacho, deseoso de aprender nuevos conocimientos, acudió al viejo maestro con la esperanza de que lo tomase como discípulo.

El viejo sabio tras escuchar las palabras del muchacho, decidió aceptarlo como alumno y enseñarle todos sus conocimientos.

“Muchacho, ven mañana al despuntar el alba y recibirás tu primera enseñanza”.

Y así lo hizo el muchacho. En cuanto el sol empezó a asomarse por el horizonte, el joven discípulo se presentó en la casa de su maestro.

“Ven muchacho”, le dijo el joven sabio. “Tomemos una taza de té”.

Puso delante del joven una taza y empezó a servir el té . Sin embargo, en vez de pararse cuando la taza estaba llena, siguió vertiendo el líquido hasta que la tetera quedó completamente vacía.

El muchacho se quedó sorprendido ante la situación que acaba de ver, pero por respeto a su maestro no quiso decirle nada.

“Por hoy ya hemos acabado”, le dijo el maestro. “Ya puedes volver a tu casa. Mañana te espero a la misma hora que canta el gallo”.

Al día siguiente el joven discípulo se presentó en casa de su maestro con la ilusión de que ese día empezasen las enseñanzas.

Sin embargo el viejo le sentó de nuevo a la mesa y le puso la taza de té delante llenándola hasta que la tetera quedó completamente vacía.

Y así pasó un mes. Un día, el joven alumno reunió fuerzas y se animó a preguntarle al maestro cuándo empezarían las enseñanzas.

“Muchacho”, le dijo el sabio. Hace un mes que empezamos con las lecciones.

“¿Cómo es posible?”, preguntó el joven. “Desde hace un mes lo único que hago es sentarme y ver como se derrama el té de la taza”.

“Al igual que la taza, estás lleno de opiniones y especulaciones. ¿Cómo vas a aprender si no empiezas por vaciar tu taza?”, respondió el viejo sabio.


Debemos desaprender aquello que no nos sirve, aquello que podemos construir de una forma diferente y más funcional para nosotros, tanto si es algo que nos enseñaron los demás cómo si es algo que en un momento nosotros mismos aprendimos porqué entonces nos iba bien. Debemos tener la valentía suficiente para ser flexibles. Que el aprendizaje y el desaprendizaje sean dos procesos dinámicos, igual de importantes e igual de valorados.

Anaïs Cerrillo.